La tragedia de la pequeña niña Luján Nieva, de 11 años, ha generado una impronta de devastación en nuestra comunidad. Terrible destino de una criatura que cae, sin posibilidades de defenderse, en las garras de la violencia homicida, donde se hace patente la definición de Thomas Hobbes de que el hombre es el lobo del hombre, capaz de dañar a lo más puro de su especie con instintos agresivos.

Los pormenores de lo sucedido desde la desaparición de la niña, el domingo pasado, hasta las descripciones del hallazgo de restos, el escenario y la detención del sospechoso del crimen han de engrosar la congoja de la sociedad. La sensación de impotencia tiñe todas las sensaciones, ante la pregunta de si se podría haber hecho para que esto no ocurriera, que se combina con el triste anhelo de dar algún tipo de consuelo a la familia que no ha de encontrar respuestas. Acaso la Justicia pueda determinar las responsabilidades y llegar a establecer definiciones penales que puedan generar alguna reparación, más allá del dolor que traspasa a las víctimas y a la sociedad.

Pero en la búsqueda de respuestas importa mucho la reflexión sobre el comportamiento humano y lo que se puede hacer para armonizar la convivencia y proteger a los más débiles, vulnerables al trato abusivo, que incluye maltrato físico, abuso sexual, maltrato psicológico o emocional y negligencia. Según indicó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un informe publicado en septiembre de 2022, el maltrato infantil engendra “problemas de salud física y mental que duran de por vida”. De hecho, indicó que “sus consecuencias sociales y laborales pueden, a la larga, ralentizar el desarrollo económico y social de un país”.

Las oficinas de Violencia Doméstica judiciales consideran que aproximadamente un tercio de las personas que sufren violencia son niños; de estos la mitad son menores de 8 años, y un 59% sufren violencia diaria o semanalmente. La mayor parte de estas situaciones se dan en contexto hogareño. ¿Es posible prevenir o atenuar? Se presume que la fragilidad de los niños se acentúa en sitios socialmente vulnerables, y acaso lo sean los barrios Virgen del Rosario y El Criollo de Río Seco, aunque los vecinos, al tiempo que dicen que los niños suelen jugar afuera, los califican como zonas inseguras en las que prolifera el consumo de estupefacientes. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud propone “prestar una atención continua a los niños y las familias” e invita a comunicarse con los servicios especializados, con el objetivo de reducir el riesgo de acciones violentas, por más mínimas que parezcan.

Los próximos días han de revelar los contextos, que por ahora se puede conjeturar como de violencia intrafamiliar o intravecinal, que han marcado  esta tragedia que enluta a Tucumán. Por lo demás, es de esperar que  se encuentren caminos para mejorar la prevención del maltrato infantil con estrategias comunitarias, en recuerdo de Luján, pequeña víctima de un mundo trastornado.